viernes, 21 de julio de 2017

4 poemas de Paulo Leminski

kawasu

“Kawasu” es “sapo”, en japonés.
Imagino su relación original con
“kawa”, “río. El batracio es el animal
totémico del haiku, desde aquel
memorable momento en que Maestro
Bashô descubrió que, cuando un sapo
“tobikômu” (“salta-entra”) en el viejo
tanque, él es del agua.


mallarmé bashô


un salto de sapo
jamás abolirá
un viejo pozo


lápida 1
epitafio para el cuerpo

Aquí yace un gran poeta.
Nada dejó escrito.
Este silencio, acredito,
son sus obras completas.



lápida 2
epitafio para el alma

aquí yace un artista
maestro en desastres

vivir
con la intensidad del arte
lo llevó a infartarse

dios tenía pena
de sus disfraces

"La niñez es el reino donde nadie muere", de Edna St. Vincent Millay


La niñez no es lo que desde el nacimiento hasta cierta edad y a cierta edad
el niño ha crecido, y aparta las cosas de niños.
La niñez es el reino donde nadie muere.

Nadie que importe, desde luego. Por supuesto parientes lejanos
mueren, a quienes uno nunca ha visto o ha visto una hora,
y nos dieron un dulce en una bolsa verde y rosada, o una cortapluma
y se fueron, y no puede decirse que hayan vivido en realidad.

Y los gatos mueren. Yacen en el piso y agitan sus colas,
y su piel reticente de pronto se mueve entera
con pulgas que nadie supo que estaban ahí,
correctos y marrones, sabiendo todo lo que hay que saber,
marchando del mundo de los vivos.
Te consigues una caja de zapatos, pero es muy pequeña, porque ahora ella no se riza sobre sí:
así que encuentras una caja más grande, la entierras en el patio y lloras.
Pero no te levantas un año después, dos años, en mitad de la noche
ni lloras con tus nudillos en la boca, diciendo ¡Oh Dios! ¡Oh Dios!
La infancia es el reino donde nadie muere.
Madres y padres no mueren.

Y si dijiste "¿por qué siempre tienes que estar dando besos?",
o "¡me harías el favor de dejar de golpear la ventana con el dedal!",
mañana, o incluso el día después de mañana si estás ocupado pasándolo bien
hay mucho tiempo para decir "lo siento, madre".

Haber crecido es sentarse a la mesa con gente que murió,
que no escucha ni habla;
que no toma su té, aunque siempre dijo
que el té les daba mucho gusto.

Corres a la alacena y les traes el último pote de frambuesas;
no les tienta.
Los adulas, les preguntas que fue lo que exactamente dijeron
esa vez al obispo, al supervisor, o a la señora Mason;
no les interesa.
Los imprecas, enrojeces, te levantas
los arrastras de sus sillas, por sus hombros rígidos y los
zamarreas y les gritas;
no están perturbados, ni siquiera avergorzados; se deslizan
de vuelta en sus sillas.

Tu té ahora está frío.
Te lo tomas de pie
y dejas la casa.

"Agua de pozo", de Randall Jarrell

Lo que una chica llamó “lo diario de la vida”
(agregando una carga a tu carga. Diciendo
“ya que estás aquí...” haciéndote un medio para
un medio para un medio para) es agua de pozo
bombeada de un viejo pozo en el fondo del mundo.
La bomba con la cual bombeas el agua está corroída
y difícil de mover y absurda, una rueda de ardilla
que una ardilla enferma torna lentamente, a través de
las soleadas, inexorables horas. Y aún así a veces
la rueda gira por su propio peso, la corroída
bomba bombea sobre tu cara sudando clara agua
fría, tan fría! Haces una copa con las manos
y sorbes de ellas lo diario de la vida

"morir está bien)pero la Muerte...", de E.E. Cummings

morir está bien)pero la Muerte

?oh
cariño
no

me gustaría

la Muerte si la Muerte
fuera
buena: para

cuando(en vez de dejar de pensar)tú

comienzas a sentirla, morir
es milagroso
por qué? por

que morir es

perfectamente natural; perfectamente
poniéndo
lo suavemente vivamente(pero

la Muerte

es estrictamente
científica
& artificial &

malvada & legal)

os lo agradecemos
dios
todopoderoso por morir
(perdónanos,oh vida!el pecado de la Muerte

"Alborada", de Philip Larkin

Trabajo todo el día, de noche me emborracho un poco.
Me levanto a las cuatro en oscuro silencio y miro.
En un momento los bordes de cortina se iluminarán.
Hasta entonces, veo lo que realmente siempre está allí:
La incansable muerte, ahora todo un día más cerca
haciendo imposible todo pensamiento que no sea el cómo,
el dónde y cuándo moriré.
Árida interrogación: y sin embargo el pavor
de morir, de estar muerto
parpadea de nuevo, tomando, horrorizando.
La mente en blanco ante el resplandor. Ni el remordimiento
-el bien no hecho, el amor no dado, el tiempo
gastado sin usar- ni la miseria porque
una sola vida pueda tardar tanto en remontarse
de sus erróneos comienzos, o nunca;
sino el vacío total para siempre,
la extinción segura a la que viajamos
y en la que nos perderemos. No estar aquí,
no estar en parte alguna y de pronto:
nada es más terrible, nada más cierto.

Ésta es una forma especial de tener miedo
que ningún truco disipa. La religión solía intentarlo,
ese vasto y musical brocado comido por polillas
creado para fingir que nunca moriremos,
y el profundo palabreo que nos dice Ningún
ser racional puede temer lo que no siente ni ve
a eso es a lo que tememos -a no ver, oír
tocar, probar u oler, nada en que pensar,
que amar o conectarse, la anestesia
de la que nadie vuelve.

Y así permanece justo al borde de la vista,
una pequeña mancha no enfocada, un frío persistente
que detiene cada impulso hasta la indecisión.
La mayoría de las cosas no sucederán: ésta sí,
y darse cuenta irrita
y enfurece cuando nos sorprende sin
gente o bebida. El coraje no es bueno:
significa no asustar a otros. Ser valiente
no deja a nadie fuera de la tumba.
La muerte no es distinta en la queja o resistiendo.

De a poco la luz se fortalece, y la pieza toma forma.
Es tan claro como un armario, lo que sabemos,
lo que siempre hemos sabido, de lo que no podemos escapar
ni aceptar. Un lado tiene que irse.
Mientras, los teléfonos se agazapan, listos para sonar
en oficinas con llave, y todo el despreocupado,
intrincado mundo de alquiler comienza a apresurarse.
El cielo es claro como arcilla, sin sol.
Hay trabajo por hacer.
Los carteros, como doctores, van de casa en casa

"El muchacho", de Ai

Mi hermana pasa la cara de la muñeca por el barro
y después se trepa por la ventana del camión.
Me ignora mientras camino alrededor
golpeando los neumáticos desinflados con un fierro.
El viejo me grita que me entre
pero sigo caminando alrededor del camión, golpeando más fuerte
hasta que llama mi madre.
Tomo una roca y la arrojo por la ventana de la cocina
pero se queda corta.
la voz del viejo hace rebotar el aire como una pelota
no puedo pasar mi pierna por arriba.

Me paro a su lado, esperando, pero no levanta la mirada
y aprieto el fierro, lo levanto, el cráneo se le parte.
Mi madre corre hacia nosotros, me quedo quieto,
le doy por la espalda mientras se inclina sobre él.
Arrojo el fierro y tomo el rifle de la casa.
Las rosas son rojas, las violetas azules
una bala para el caballo negro, dos para el castaño.
Caen rápido. Escupo, mi lengua ensangrentada,
he mordido esto. Me río, me acuerdo de la que anda afuera.
La atrapo bajándose del camión, disparo.
La muñeca aterriza en la tierra con ella.
La recojo y la mezo entre mis brazos.
Sí. Soy Jack, hijo de Hogarth.
Soy ágil. Soy rápido.
En la casa, me pongo el mejor traje del viejo
y sus zapatos de charol.
Empaco el camisón de mi madre
y la muñeca de mi hermana en la maleta.
De ahí salgo y cruzo los campos hasta la carretera.
Tengo catorce. Soy un viento desde ninguna parte.
Yo puedo romperte el corazón.

"Insomnio I", de Howard Nemerov

Algunas noches está destinado a ser la mejor forma de huir,
cuando la pesadilla es el extremo más corto de la pajita,
cuando el sueño es un lugar del pueblo donde no es seguro
caminar de noche, cuando levantarse es la única manera
que tienes de poner distancia con tus muertos desdichados,
un lote creciente, y escapar de su tiempo hacia el tuyo
por otro rato siquiera.


Entonces pasa como un fantasma, un planeta en la casa
nunca visto, entre las habitaciones
donde los niños se sueñan a sí mismos, y desde las cuales baja
al dominio vacío donde la luz del día reina;
recompénsate con un trago y un libro que leer,
un misterio, por su evasivo don
de reafirmación contra la hora de morir.
Ordénale a tu corazón: ¡deja de hacer eso!
y haz secular de nuevo al mundo.


Entonces, cuando sepas quién lo hizo, apaga la luz
y quedamente en lo oscuro, en el claro de luna o de la nieve
reflejando, escucha a la tierra silbar
en su trayectoria con efecto alrededor del sol
que a veces hace retrógrados a los planetas
y nos trae el frío olvido del amanecer
cuya luz extingue todas las luces, salvo una.


"Las víctimas", de Sharon Olds

Estuvimos felices cuando mamá se divorció de ti. Lo aguantó y
aguantó en silencio, todos esos años y entonces
te pateó, de repente y a sus hijos
les encantó. Entonces te despidieron, y nosotros
sonreímos por dentro, como sonreía la gente
cuando por última vez el helicóptero
de Nixon despegó del patio Sur. Nos hizo cosquillas
la idea de que te quitaran tu oficina,
te quitaran tus secretarias,
tus almuerzos de triple whisky doble,
tus lápices, tus resmas de papel. ¿Te llevarías también
tus trajes contigo, esas oscuras
calaveras en tu closet y las negras
puntas de tus zapatos con sus grandes poros?
Ella nos enseñó a soportarlo, a odiarte y soportarlo
hasta que nos erizamos con ella porque te
aniquilaras, padre. Ahora
dejo atrás a los vagos en los portales, las blancas
babosas de sus cuerpos destellando a través de rendijas en sus
trajes de cieno prensado, las manchadas
aletas de sus manos, el subacuático
fuego de sus ojos, barcos hundidos con las
linternas prendidas, y me pregunto quién lo tomó y
lo tomó de ellos en silencio hasta que lo
dieron todo y les quedó nada
más que esto.