miércoles, 15 de noviembre de 2017

"Los perros son shakespearianos, los niños son extranjeros", de Delmore Schwartz

Los perros son shakespearianos, los niños son extranjeros.
Dejemos que Freud y Wordsworth discutan al niño,
ángeles y platónicos juzguen al perro,
el perro corriendo, deteniéndose, distendiendo sus fosas
después ladrando y aullando; el chico que pellizca a su hermana,
la niña que cantaba la canción de Twelfth Night,
como si hubiera entendido el viento y la lluvia,
el perro que gimió, oyendo los violines en concierto.
–Oh, ¡cuán triste me pone ver niños o perros!
Porque son extranjeros, porque son shakespearianos.

Dinos, Freud, ¿no podría ser que los adorables niños
simplemente tengan feos sueños sobre funciones naturales?
Y tú también, Wordsworth, ¿están los niños realmente
nimbados de gloria, sabios de oscura Natura?
El perro en humilde husmeo en la tierra,
el niño que da crédito a sueños y teme a la oscuridad
saben más y menos que tú: muy bien saben
que ni sueño ni infancia responden bien preguntas:
ustedes son extranjeros, los niños son shakespearianos.

Considera al niño, considera al animal,
da la bienvenida a los extraños, pero estudia cosas cotidianas,
sabiendo que el cielo y el infierno nos rodean
pero esto, esto que decimos antes de lamentarlo,
esto que vivimos debajo de nuestras caras no vistas
no es ni sueño ni niñez, tampoco
mito, ni paisaje, final o finalizado,
porque estamos incompletos y no sabemos el futuro,
y aullamos o nos bailamos el alma
en palpitantes sílabas bajo una cortina:
Somos shakespearianos, somos extranjeros.

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